jueves, 6 de junio de 2013

Amoral, más allá del bien y del mal


Esa imagen es clásica en las caricaturas para proyectar el dilema de hacer lo correcto o lo incorrecto, lo moral o lo inmoral. Y evoca para el que sabe, la obra del gran pensador dionisíaco de mostacho, Nietzche.

Ese Pepe Grillo que nos sugiere hacer lo bueno, después de mostrarnos la diferencia y las posibles consecuencias de cada acto, lo bueno y lo malo, es un cliché que nos inclina a la definición de Tomás de Aquino sobre la Conciencia, siendo esta la Razón en cuanto a discernir el bien del mal. Esa conciencia que nos invita al análisis y síntesis de nuestra conducta ética.


Es inherente este tópico en la Religión en cuanto es ella quizá la primordial fuente de Moral, al diferenciar lo bueno de lo malo, siendo el primero lo que agrada y la voluntad del dios, y malo todo lo contrario.

Conjugando este tomismo con la tesis socrática que sugiere que el hombre no es malo, sino ignorante del bien, y en cuanto lo conozca definitivamente elegirá lo correcto; es que uno ha llegado, al menos su servidor, a elegir el Bien de forma inercial y natural, aunque todavía aparecen esas trogloditas formas sobre mis hombros, ese angelito y ese diablillo, discutiendo y persuadiéndome sobre lo que debo hacer, ya casi se extingue ese dilema primitivo de la Religión, ya no aparece un diablo o un ángel para aconsejarme qué hacer, pues es definitivo que haré el Bien, no hay más, lo que ha sustituido esas formas arcaicas es "el cómo" para darle ergonomía y sinergia al efecto de mis actos. Que el bien que haga, sea más aprovechable y no dañar a mi prójimo de forma indirecta y sin intención. Y ese "cómo" se ha bifurcado en un Cerebro y un Corazón. El Cerebro que me aconseja conforme la fría Razón, y el Corazón que me exhorta de acuerdo a  mi Sentimiento. Ahora el problema, mi problema, no es si hacer el bien o no, ya quedó concluido que haré el bien común, si no dejarme llevar por la Razón o por el Corazón, la primera solo es mecánica y dicta una red lógica de propuestas, como una algoritmo matemático para llegar a un resultado correcto (si me da felicidad o no, eso no importa, solo terminar en algo correcto). El segundo es muy voluble, muy plegostioso y chillón. Se deja llevar de inmediato por el bien ajeno sin importar el cómo, y de allí casi siempre resultan pendejadas. Pues no mide los medios y quizá cometa muchas imprudencias por su obstinación abnegada.

Mi balanza no se inclina para uno u otro de lado de forma completa, siempre trato que gane la razón, pero sin desechar las buenas intenciones y recomendaciones del corazón. Digo "trato", pues a veces sí gana el sentimentalismo que me lleva a estados melancólicos bastardos.

Ya no más Razón o Corazón, si no Co-Razón... Mente fría, corazón caliente.

Que la Razón gobierne asesorada por el Corazón, por esa buena voluntad.


Es hora de r-evolucionar, ya no más bien ni mal, solo Bien dirigido por esa fría y calculadora Razón que quizá no traiga felicidad inmediata, y peor, gane enemigos inmediatos... si somo adultos que sabemos dialogar, por encima de nuestros intereses y placer, todo lo que maquine con ese sentimiento inmanente, sea para que todo sea para bien. Lo demás es envidia y maldad pura y tiene nombres y apellidos, que no denunciaré por ahora.

Así como una araña no es buena ni mala, así como el cocodrilo no es bueno ni malo, así en el hombre, todo es natural, lo demás, es involución de gente estancada en su egoísmo.

Dominado y aplastado por la Razón, W.




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